EL ASESINATO DE HERMÓGENES SAN MARTÍN Y SU CULTO EN IQUIQUE

 

Copia de la página del diario "La Opinión" del viernes 13 de diciembre de 1935, informando de la captura de los asesinos de San Martín. Es atesorada dentro de su ermita.

El caso de a animita de Hermógenes San Martín en Iquique, o debiésemos decir de la capilla-ermita que lleva su nombre en calle Esmeralda 1398-B, enfrente de 21 de Mayo, junto al Cementerio N° 1 de la ciudad, es uno de los menos conocidos sobre fe popular de almas de fallecidos fuera de la provincia iquiqueña. A pesar de ello, se trata de la quizá más grande animita de Chile, compitiendo con las de Evaristo Montt en Antofagasta, Petronila Neira en Concepción y Romunaldito en Santiago.

A pesar de lo poco que se sabe de ella fuera de la comunidad de Iquique, sin embargo, la historia de la animita de Hermógenes San Martín han sido tratada por Oreste Plath en "L'Animita. Hagiografía folklórica", por Claudia Lira en "Lecturas de la animita: Estética, identidad y patrimonio", por Víctor Rojas Farías en "Animitas en Chile" y con un libro para el caso, de Julia Salinas Segura y el mismo Víctor Rojas, titulado "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile?".

Al ocupar un inmueble completo, con oratorio, un salón y habitaciones, esta animita también se ha vuelto una excepción en la forma en que suele darse el culto popular en Chile, generalmente reducidas a pequeños templetes o habitáculos (salvo por templos oficiales, como el de la Capilla de Ánimas en Santiago) y no por santuarios espaciosos como sería, por ejemplo, el caso de la Difunta Correa de Argentina. Al menos el cartel que se colocó sobre el acceso de la ermita o "gruta", como la llaman sus concurrentes, asegura lo mismo: "La animita más grande de Chile. Hermógenes San Martín".

Súmese a todo lo anterior el hecho de que la animita de San Martín cuenta con una sociedad propia de devotos y un mausoleo en el Cementerio N° 3 de Iquique, por lo que tiene todo un respaldo organizacional en el que participan sus fieles.

El barrio de la animita, alrededor del camposanto viejo, siempre ha sido popular y complicado hasta cierto punto. Corresponde a un sector de varias manifestaciones de fe popular (con las fiestas "chicas" de San Lorenzo y La Tirana), ferias libres, prostitución, inmigrantes pobres, bodegas, el popular bar El Picoroco, delincuencia y otras animitas cercanas como la de Olivarito. Así lo era ya cuando tuvo lugar el crimen que marcó la tragedia de don Hermógenes, en este mismo barrio en donde ahora se emplaza su capilla.

Retrato del finado San Martín, en la misma capilla.

Imágenes de San Lorenzo de Tarapacá en un altar de la ermita, en 2011.

Aspecto que tenía otra animita anterior asociada en algún momento a Hermógenes San Martín, en la calle San Martín con 18 de Septiembre. Hoy está relacionada con otros fallecidos. Fuente imagen: "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile?", de Salinas y Rojas.

Aspecto exterior que mantenía la ermita de San Martín hasta hace pocos años. Fuente imagen: "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile?", de Salinas y Rojas.

Retrato de Hermógenes San Martín sobre el acceso a la tarima, dentro de su ermita. Es la fotografía que había sido colocada en su primera animita, en el lugar preciso donde se halló el cuerpo.

Portada del libro "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile?", de Julia Salinas y Víctor Rojas, publicado en 2012. La imagen de la tapa muestra al busto del finado en el mausoleo del Cementerio N° 3 de Iquique.

Hermógenes San Martín Rojas, obrero nacido en Talca en 1887, era el tercer hijo del matrimonio compuesto por Valentín San Martín, señor que enfrentaba una vida con ciertas dificultades tras perder una propiedad en San Rafael, y Margarita Rojas, de una familia de trabajadores del Mercado Central y con ancestros veteranos de la Guerra del Pacífico. El muchacho pudo estudiar en la enseñanza primaria, demostrando cierto interés intelectual que llamó la atención de su familia pero que, a veces, provocó algunos conflictos y burlas.

Según detallan Salinas y Rojas, comenzó a realizar algunos trabajos esporádicos en el Maule, principalmente relacionados con las industrias emergentes de la zona, como vitivinicultura y calzado. Sin embargo, luego  de que la familia se estableciera en el barrio Oriente de la ciudad, la proximidad de los ferrocarriles encantó a San Martín, preparándolo para el que iba a ser su oficio.

Por esa época, Hermógenes tuvo un desengaño amoroso con una muchacha de Pelarco, que lo habría herido de tal manera que nunca más sostuvo relaciones estables, dándose a una vida viajera y limitándose a convivencias con parejas. Según recordaban algunos de sus devotos más viejos en la ermita, se hizo en este período cierta fama de aventurero en el amor, pasando por varias parejas pero sin llegar a casarse jamás.

Su inclinación andariega lo llevó a Antofagasta, en donde se cree que habría estado cuando tuvo lugar el trágico accidente ferroviario de 1924, en el que murió Evaristo Montt dando origen a su célebre animita junto a las vías férreas. El terremoto de Talca de 1928 fue otro gran dolor para él, al no tener noticias de su familia sino hasta tiempo después, afortunadamente sin malas novedades sobre sus seres queridos.

Desde Antofagasta, siempre por razones de trabajo, San Martín emigra a Iquique, en donde pasó a formar parte de una cuadrilla de obreros encargada del mantenimiento de la vía del Ferrocarril Longitudinal. Se sabe que, para el año 1934, vivía arrendando una modesta pieza de calle 18 de Septiembre 1051, cerca de Vicente Zégers.

Fueron años complicados para Hermógenes, pues lideraba casi naturalmente a un grupo de trabajadores que comenzaron a ser apartados por la empresa y por otros compañeros de faenas, llegando a momentos de gran tensión con sus superiores cuando organizó un acto conmemorativo del asesinato del profesor Manuel Anabalón Aedo, que había sido objeto de persecuciones políticas y después muerto en Valparaíso, un par de años antes y por agentes policiales, según se denunciaba. Los jefes miraban con desconfianzas estas actividades y procuraban deshacerse de los empleados que pudiesen volverse revoltosos, por lo que el talquino quedó en el ojo del huracán.

La heroicidad que se le adjudicaba por entonces a la figura de San Martín entre sus pares, como defensor de los derechos de los trabajadores, quizá haya contribuido después a la idealización de su identidad ya en el mundo de las ánimas. Lo paradójico del caso es que, siendo comunista de vieja guardia según algunos de quienes lo conocieron (como don Justo Monardes Astorga, alguna vez viviendo como hijastro del finado, según informa Claudia Lira), lo más probable es que Hermógenes nunca haya creído en Dios ni en la vida espiritual después de la muerte.

Fachada actual de la ermita de San Martín.

Vista frontal de la misma casa-animita.

Una mirada con parte del entorno de la misma, con una feria libre enfrente.

Plató dentro de la ermita, en donde se ve el templete de lata a la izquierda, que parece haber sido uno de los primeros que tuvo la animita.

Otra vista del espacio del plató y cientos de placas de agradecimientos.

Decoración interior de la ermita. Se distingue la Virgen del Carmen, un altar de San Lorenzo y la figura de un arcángel, a un costado de la tarima en el salón.

Esto queda de la vieja animita en San Martín con 18 de Septiembre, cerca de la ermita.

Nombres a los que está dedicada ahora la cruz de la animita anterior.

San Martín tenía unos 46 o 47 años cuando tuvo lugar su asesinato, en horas de una noche del domingo 8 al lunes 9 de diciembre de 1935, pasado el día de la Purísima y a metros del cementerio, además de muy cerca de su lugar de labores ferroviarias y en un sitio eriazo adyacente la residencia de una amiga suya, conocida desde la infancia. Su cadáver fue encontrado hacia las siete de la mañana siguiente por el vecino Abraham Acosta, quien partió a dar aviso a Carabineros de Chile.

El cuerpo del fallecido mostraba signos de haber sido atacado y asaltado brutalmente: semidesnudo, vestido sólo con su camisa y las calcetas. Una niña testigo de entonces, que sería futura devota del finado, doña Rosa Gladys González Miranda, entrevistada por Salinas y Rojas recordaba así el aspecto del cuerpo a sus 84 años:

Yo lo vi muerto, tenía 8 años, vivía en Sotomayor con Arturo Fernández y yo fui cuando estaba muerto ahí en el cerrito que había antes... Estaba desnudo, estaba moraito y después le pusieron una tapina encima de su cuerpo, eso vi nomás, nada más; cuando yo lo vi había mucha gente mirando.

Contusiones en el parietal izquierdo, hechas aparentemente con golpes de piedras, eran lo suficientemente graves para haberle quitado la vida. Sin embargo, la muerte se la había causado el estrangulamiento con una faja a modo de bufanda, que aún llevaba anudada fuertemente al cuello.

Conmocionados, sus compañeros de rubro, a través de la Fraternal Obrero Ferroviario de Chile, se hicieron cargo de organizar su funeral y los gastos fueron asumidos por la Caja del Seguro Obrero Obligatorio, siendo velado en su casa y llevado al cementerio, en donde fue sepultado el martes 10 de diciembre de 1935. Sin embargo, hay versiones afirmando que fue sepultado como indigente, ya que nunca se pudo dar con su familia.

Mientras tanto, el capitán Olegario Sánchez, comisario de la recientemente creada Policía de Investigaciones, desplegó a su personal para ir a la cacería de los asesinos de San Martín. Olas de rumores y sospechas corrían alrededor del caso, con todos intrigados por la proximidad de su cadáver a la casa de su amiga, con la que no mantenía relación sentimental pero sí se juntaba a veces a jugar cartas o beber vino. La desnudez llevó a algunos a especular que había sido violado, además. También se llegó a creer que el asesinato tenía una connotación política, para amedrentar a los obreros más inquietos e irritables por los conflictos con la empresa, debiendo ser confirmados en sus puestos los trabajadores de las cuadrillas.

Los detectives trabajaron afanosamente durante aquellos días, hasta dar con un dato interesante: el día de su muerte, la víctima se lo había pasado descansando en su casa hasta que, en horas de la tarde, llegó a verlo su amigo José Guerra Carvajal, con quien salió a dar un paseo hacia las nueve de la noche. En la calle, se encontraron con un tercer sujeto que desconocían, dirigiéndose con él hasta la residencia de este último, en donde comenzaron a beber en forma abusiva. José no recordaba cómo había llegado a casa después de esta gran borrachera, según testimonió a los agentes.

Los detectives, persiguiendo aquella pista, pudieron dar con un testigo llamado Tomás Reyes Cabezas, en cuya casa había estado Hermógenes con el sospechoso hasta la medianoche, al que recordaba con una cicatriz en forma de medialuna sobre el pómulo izquierdo; era el tercer sujeto, aquél sin nombre.

Aquel dato permitió llegar rápidamente a los responsables: tres conocidos ladrones del sector, llamados Gregorio Guatón Jeria Espinoza; Dolandro Negro Pereira  Gerardo, soltero de 22 años y con la cicatriz en el pómulo que permitió identificarlo; y José Cojo Jara Villanueva, iquiqueño soltero de 33 años, que actuó como cómplice del crimen.

El diario "La Opinión" del viernes 13 de diciembre daba a conocer la noticia:

Descubiertos ASESINOS del horrendo CRIMEN del lunes.

"Estoy pillado. No me mate mi Comisario". Fueron las palabras que con voz temblorosa dijo al Jefe de Investigaciones el "Guatón Jeria" al serles mostradas las ropas de la víctima que Jeria tenía escondidas.

Se trata de maleantes de la peor especie. Jeria junto con Dolandro Pereira, otro de los victimarios, habían hecho anteriormente otros crímenes.

Según el testimonio de Jeria, transcrito por Plath, el asesinato se dio de la siguiente manera, cuando Hermógenes iba con Pareira de camino a seguir la fiesta en un local nocturno:

Estaba en la calle 21 de Mayo con Thompson, como a las dos de la madrugada, cuando me encontré con el compañero que venía en esos momentos acompañado de la víctima. Inmediatamente al verme, me invitó, diciéndome "Oye, acompáñame con este amigo porque vamos a seguir tomando en una casa que él conoce en el Colorado. Es piloto y va firme".

Yo, que había estado bebiendo toda la tarde y que estaba, como se dice, a medio filo, acepté la invitación y nos encaminamos por la calle 21 de Mayo en dirección al norte. Cuando íbamos los tres por el costado del cementerio, en forma sorpresiva mi compañero se fue de un salto al cogote de mi amigo; yo por mi parte le hice una zancadilla derribándolo al suelo.

Mi compañero entonces se apoderó de una piedra con la que le dio algunos golpes en la cabeza. Yo le saqué entonces la faja sin ánimo de matarlo y con ella le amarré el cuello. Seguramente se nos pasó la mano con  "curaera" que teníamos.

Así de inmediato procedimos a desnudarlo, llevándome yo los zapatos y el pantalón. Mi compañero, el resto de las prendas de vestir.

Después de la confesión de Jeria, la Comisión Civil de la policía detuvo a Pereira y a su cómplice Jara Villanueva, quienes "estaban tranquilamente bebiendo en el cabaret de Herminia Silva", hacia las 3:45 horas de la madrugada, según informaba "La Opinión". El careo se realizó ante el juez Galo Pérez, en la tarde siguiente.

Procesión de la Sociedad al Cementerio, el 1° de noviembre de 2005.

Miembros de la Sociedad en la Plaza Prat de Iquique, sin fecha.

Romería de la Sociedad el 1° de noviembre de 2006, con el estandarte del grupo.

Don René Calderón, residente y cuidador de la ermita desde hace varios años.

Pasillo de acceso al salón de la ermita.

Mirando desde el acceso hacia el escenario o tarima de fondo.

Decoración religiosa y pequeños altares.

Vista desde la tarima hacia el frente de la propiedad. Don René ordena el lugar.

Una mirada general al salón de encuentros de la ermita.

En el lugar en donde fue encontrado el cuerpo de San Martín, se instaló a los pocos días una animita con habitáculo y velas. El pequeño memorial comenzó a crecer y, unos años después, era un lugar de convocatoria de la fe popular entre los vecinos, al que llegaban iquiqueños de diferentes lugares de la ciudad a pedir o agradecer favores. No tardó en hacerse fama de ser extremadamente generoso y milagroso con sus devotos, allí en el cruce de 21 de Mayo con la calle llamada también San Martín, por coincidencia, a metros de la ermita actual.

Incluso aparecieron otras tres animitas a su nombre en los años que seguirían: una en el supuesto sitio donde, según la leyenda, fue asesinado en realidad por sus jefes; otra en un oratorio junto al cementerio y, ya en los cincuenta, en una que ya existía desde antes pero que fue "colonizada" por el culto a Hermógenes, en el sector de San Martín con 18 de Septiembre, de la que hoy sólo queda una cruz colgante como seña.

El 29 de enero de 1952, los fieles seguidores de la animita constituyeron la Sociedad Mixta de Seguros Mutuos Hermógenes San Martín liderados por la propia amiga del fallecido junto a cuya casa había aparecido el cadáver. Ella oficiaba como guardiana y encargada de la animita, a esas alturas. La Sociedad surgió para llevar adelante labores mutualistas y construir un santuario propio para el fallecido en el lugar de su animita. Así, obtuvieron una donación en el cementerio junto a la fosa común, que les permitió una quinta animita que mantuvieron algunos años más, usándola como habitáculo recordatorio y de la que ya no quedan huellas.

El oratorio de aquella fosa común se utilizó por la Sociedad hasta la construcción del mausoleo con busto de San Martín en el Cementerio N° 3, rodeado de nichos, y la adquisición de una propiedad para las actividades de veneración y mutualismo. Esto último se consiguió gracias generosas donaciones como la del vecino Moisés González, que permitieron establecer la sede a pocos metros más al norte del lugar del crimen, en calle Esmeralda, en donde actualmente se encuentra la casa-animita, más bien una ermita, apodada la "gruta".

Cuando Plath visita este sitio en 1989, constata que la Sociedad Hermógenes San Martín contaba con 250 miembros, realizando labores de mantenimiento de la sede, asistencia a los enfermos, reunión de cuotas mortuorias, mantención de su mausoleo, peregrinaciones y manifestaciones públicas de la sociedad en la actividad religiosa local. Incluso cuentan con una oración propia, dirigida a San Martín:

Atiende Señor mis súplicas
que las hago por el intermedio
del alma del finado San Martín
para que desde el trono de su majestad
ponga el oído piadoso a mi oración (se pide aquí el favor)
También te ruego Señor
por el eterno descanso
de las almas del Purgatorio.

La gran celebración anual de la sociedad tenía lugar los 29 de enero, recordando al fallecido en el día aquel de la fundación de la Sociedad, no en el día de su muerte, como si aún se lo diera permaneciendo vivo entre sus seguidores. Sin embargo, sí realizaban romerías a su mausoleo en cada 1° de noviembre, en el Día de Todos los Santos, con el estandarte al frente.

Además de la sede en Esmeralda y el mausoleo, la Sociedad incorporó para sus quehaceres un salón auditorio en la dirección de Bernardo O'Higgins 1038, cerca de Juan Martínez. Se volvería un importante sitio de reunión de los fieles, como alguna vez lo había sido también la sede de la Asociación de Ferroviarios, antes de trasladarse toda la actividad a sedes propias.

Entre las intervenciones "milagrosas" que se le atribuyen a San Martín, están las de salud, bienestar familiar y protección personal. También se le adjudica la capacidad de enderezar a personas que van por mal camino, como drogas o delincuencia, especialmente los jóvenes, por la solicitud que hagan al ánima sus padres o abuelos. La mayoría de sus devotos son gente de cierta edad, por lo demás, que recaudan fondos para las velas y ornamentación del lugar.

El mausoleo de San Martín en el Cementerio N° 3.

Frontis del mausoleo de la sociedad.

Busto de Hermógenes San Martín, al interior del mausoleo.

Interior del mausoleo de la sociedad.

Otra vista del interior, hacia el sector opuesto.

Altar dentro de la ermita de calle Esmeralda, dedicado a los socios y devotos fallecidos.

Las placas de agradecimientos por favores concedidos.

Más placas de agradecimiento.

Acercamiento a un grupo de placas antiguas.

La ermita convertida en animita gigante, todavía mantiene aspectos originales de la misma: un inmueble de gran profundidad, algo estrecho, al que se ingresa por un portón que da directo al living y las dependencias domésticas reunidas en unos cuantos metros cuadrados, con algunas fotografías de actividad de la Sociedad y otros recuerdos.

Unido por un pequeño galpón, se accede por un pasillo al auditorio de reuniones, decorado con mucha imaginería religiosa, incluyendo iconos del folclore y la fe popular propia de la región, además de la respectiva al propio San Martín y fotografías de la Sociedad en actividades. Al fondo, pasando entre banquetas, está la tarima o plató con luminarias y miles de placas de agradecimientos, además de altares dedicados a los miembros fallecidos de la sociedad.

La última década del pasado siglo parece haber sido importante para la organización y el paseo de su estandarte, pues logró membresías entre devotos de Antofagasta, Mejillones, Arica, Alto Hospicio y otras localidades nortinas. En Antofagasta llegó a tener un Club Hermógenes San Martín, que lamentablemente debió cesar actividades en el 2000, por problemas financieros. Para entonces, la ermita de Iquique contaba con unos 200 concurrentes y a veces se reunían en ella sólo para socializar con onces, juegos de salón, dominó, palitroques, brisca y cacho. Además, el 19 de abril de 2009 se fundó en la misma ciudad el Club del Adulto Mayor Hermógenes San Martín.

A partir del año 2010, cuando presidía la sociedad aún don Sergio Guerrero Bermúdez por 30 años consecutivos, se acordó mantener el santuario disponible a los visitantes ciertos días y horas de la semana. También se había encargado su resguardo y labores administrativas a don René Calderón Bendezú, un devoto conocido por su pasado bohemio y como transformista, del que sólo conserva algunas fotografías y las curiosas cejas tatuadas. Don René aún se encuentra residiendo dentro de la animita-ermita, en el espacio delantero que se emplea como habitaciones, baño y cocina.

La animita antigua cercana al cementerio, sin embargo, se ha ido opacando y siendo identificada con otros casos de muertes violentas (los nombres de un atropellado y una mujer asesinada han pasado por ella). Hoy se observa una cruz de metal colgando del muro justo en la esquina, pero los templetes que estaban a sus pies, con flores y velas, han desaparecido.

En 2012, con apoyos del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, los profesores Julia Salinas y Víctor Rojas publican el señalado libro "Hermógenes San Martín: ¿La animita más grande de Chile", que reúne historias y testimonios sobre el caso de la animita, por primera vez especialmente dedicados a ellas en un solo trabajo. La parte más interesante del mismo quizá sean la de los testimonios de los devotos, además, muchos de ellos testigos del asesinato y después de los milagros que se le atribuyen al finado.

A aquel esfuerzo se suma el CD "La música de las animitas", que reunió algunas oraciones y cantos dedicados al finado Hermógenes, incluyendo su himno:

Buen amigo San Martín
la bondad no tiene fin
reunidos junto a ti
mejor dar que pedir.
Reunidos junto a ti
fuiste bueno al enseñar
te centraste en el dar
te han querido acallar
no acabaron con la paz

Aunque San Martín aún conserva fieles por todo el Norte Grande, el futuro de la animita-ermita de tan grandes proporciones en este momento es un tanto incierto: además de existir un grupo de devotos que no se integraron jamás a la Sociedad y otros que sólo lo hicieron por los beneficios de la mutualidad, provocando algunos roces, muchos miembros históricos de la misma han ido falleciendo y la actividad ha ido cayendo en franca inoperancia. Don René, sintiendo ya la madurez de la vida a cuestas, no sabe con certeza qué sucederá con el culto al finado Hermógenes en los años que vienen, pero reconoce que las membresías, pagos de cuotas y los activos para la ermita han decaído.

Quizá estemos presenciando los últimos tiempos que quedan para la animita más grande de Chile, entonces, de no cambiar la situación.

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