EL MACABRO ASESINATO DE AVENIDA BRASIL 631

Fachada de la residencia del homicidio, en Brasil 631. Imagen publicada por la revista "Vea".

No parece coincidencia que, entre fines de los sesenta e inicios de los setenta, los hechos de sangre hayan sido especialmente reiterados en el ambiente de la prostitución, según parece: era el período de decadencia de la vieja remolienda, en donde toda la tradicional construcción romantizada del imaginario de los burdeles se venían abajo, incapaz de soportar el peso su propia realidad. Este ocaso tocaba también a la prostitución homosexual llevada adelante por personajes como la famosa tía Carlina o el proxeneta conocido como la Pelá Jorge, de hecho con tanta o más notoriedad que en el caso de la heterosexual, ya que siempre tuvo un rasgo marginal del que nunca logró desprenderse, especialmente por los tabúes de la época.

Dado el estado mental colectivo de la sociedad de entonces, la mayor parte de aquellos intercambios de naturaleza homosexual en la prostitución no se hacían tan abiertamente como sucedía en sus burdeles “especializados”, esos que comenzaban a tomar posesión de la pecaminosa calle Fray Camilo Henríquez, la famosa San Camilo, sino de forma bastante clandestina y secreta. Este rasgo oculto era campo oscuro pero fértil para que más problemas sociales y de seguridad llegaran a anidar en tal ambiente o sus circuitos, aprovechando que con frecuencia quedaban fuera del alcance de la mirada justiciera. Las citas se acordaban con intermediarios y el negocio había encontrado así otra categoría de proxenetas, aunque formando parte del mismo pantano de bajos fondos y actividades delictivas siempre asociadas al gremio de la prostitución en general, especialmente en esos años.

Uno de los explotadores de homosexuales en el período habría sido Carlos González Machuca, apodado el Poroto y el Sandro por su más bien escaso parecido a la estrella argentina, cantante quien estaba de moda en aquellos años y, por alguna razón, siendo especialmente venerado entre los vividores y bohemios de la noche en Chile. A sus cortos 21 años, el muchachón llevaba ya una existencia reñida con las leyes, conocido entre sus pares como choro y camorrero, aunque sabiendo todavía no quedar marcado por los antecedentes ante la justicia. Decían que reclutaba homosexuales para prostituirlos a solicitud de particulares, en esas fiestas a puerta cerrada de las que poco se llegaba a saber afuera. Sin embargo, él mismo practicaba también esta forma de prostitución a domicilio, algo que se relacionaría con los hechos sangrientos que protagonizó, finalmente.

Aún sin tener "ficha" por delitos previos, entonces, los hechos demostrarían que González Machuca era un sujeto ambicioso y carente de los más mínimos escrúpulos personales o sociales, dispuesto a todo por lucrar y cargando un gran desprestigio dentro del mismo ambiente de la cáfila delictual, residente a la sazón en calle San Germán en la comuna de Barrancas, actual sector de Lo Prado. Sus vecinos dirían después que, al igual como sucede aún con muchos pungas y gamberros, gustaba de hacer ostentación de portar dinero y gastar grandes sumas, especialmente para dilapidarlo con muchachas, a pesar de su doble vida sexual. Sus actividades complementarias como chulo de maricones (nombre que recibían estos proxenetas), sin embargo, las escondía tras el frontispicio de aparente comerciante de ferias. 

Desde hacía pocos meses, uno de los clientes que tenía González Machuca para sus servicios personales y la organización de fiestas con niños felices era el ya anciano Osvaldo Parot Valenzuela, domiciliado en avenida Brasil 631 llegando a Santo Domingo. Este señor incluso le compraba ropa de marca y elegante para que el simplón pudiera lucirla con soberbia ante el resto.

Simpatizante de los gobiernos radicales, ex dirigente de la Asociación de Básquetbol de Santiago y conocido fomentor del deporte entre los jóvenes, durante el gobierno de Gabriel González Videla el ya viejo señor Parot Valenzuela había estado involucrado en parte de la organización del conocido programa llamado Defensa de la Raza, que había sido iniciado en los años de Aguirre Cerda y el Frente Popular. Como sus principios políticos eran bastantes volubles, durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo reaparecerá también como jefe de la Sección de Imprenta del Registro Electoral y luego como director de las oficinas de Aprovisionamiento del Estado. Era un personaje que había gozado de cierto prestigio en aquellos círculos, entonces, aunque era difícil que no se supiera de los varios esqueletos que escondía en el armario.

A pesar de aquellas credenciales, entonces, los vecinos también sabían y advertían los extraños encuentros de Parot Valenzuela dentro de su cómoda residencia, la misma en donde antes daba alojamiento y protección a jóvenes basquetbolistas que buscaban oportunidad en el medio deportivo de la capital. Y es que la gente del barrio podía ver el constante entrar y salir de muchachos en la casa, así como oír la música de sus desenfrenadas fiestas organizadas por explotadores sexuales como era el propio González Machuca.

Todavía a sus 73 años, el ex dirigente, seguía disfrutando en calle Brasil de sus encuentros con cafiches y niños a los que agasajaba con mucha comida, trago, dinero e incluso prendas de vestir, como las que daba a González Machuca. Este estilo de vida no se sostenía con su sola pensión como jubilado de un ministerio, sin embargo, por lo que Parot Valenzuela había ido desprendiéndose de otras propiedades para seguir pagando favores, según informaba después la revista “Vea”. La prensa dijo por entonces, además, que quedó con sólo una para obtener más ingresos, fuera de su jubilación. Su situación ya no era la buena y holgada del pasado, ciertamente.

A pesar de que ya había caído en las restricciones manejando sus recursos, los vecinos todavía notaban la frecuencia del ingreso de muchachos muy jóvenes la casona, muy posiblemente menores de edad muchos de ellos, por lo que ya habían llamado antes a Carabineros de Chile sin que estas visitas tuviera efecto. En la Policía de Investigaciones, de hecho, conocían mucho de las tendencias y escándalos del ex dirigente deportivo, pues era parte de un extenso archivo dedicado al “tercer sexo”, como lo llamaban, en donde se incluian las actividades de prostitución dentro de estos grupos en el Gran Santiago.

A la izquierda, una de las pocas imágenes que quedaron de Parot Valenzuela, el asesinado. A la derecha, González Machuca entre los dos cabecillas de la Brigada de Homicidios que le dieron captura, inspector Juan Morales Espina y el jefe de la unidad Hernán López. Imágenes publicadas en la revista "Vea".

El asesino ya capturado y listo para ser pasado a tribunales. Imagen publicada por el diario "La Nación".

Una tarde del viernes 11 de septiembre de 1970, González Machuca se hallaba en la casa de Parot Valenzuela, como venía sucediendo frecuentemente en el último tiempo. Nada raro era esto en una residencia a la que constantemente entraban personas extrañas al barrio, además. La cuenta corriente del anciano en el Banco Sudamericano, en esos momentos registraba un gran movimiento de giros y depósitos desde hacía un par de días, curiosamente, dejándose para él lo mínimo para sobrevivir dada la situación financiera en que se encontraba. Sus retiros solían ser de entre 200 a 400 escudos por vez, según se determinó más tarde.

Sin embargo, ya era de noche cuando González Machuca fue sorprendido en el patio de una casa vecina, aún existente en la dirección de Brasil 621, por su residente doña Flor Reyes. Ella se había levantado al escuchar ruidos sobre su techo y llevaba una pistola de juguete con ella, cuando encontró al sujeto jadeando asustado atrás de la residencia, con el detalle intimidante de llegar sus ropas y manos ensangrentadas. El alboroto alertó también al carpintero Domingo Reveco, cuya casa y taller estaban en un inmueble adyacenteal de la asustada mujer, decidiendo llamar a Carabineros de Chile.

Hacia las 1.30 de la mañana, llegó el furgón de la policía uniformada y comenzó a interrogar al alterado tipo. Este, sin embargo, comenzó a explicar que había sido atacado por uno sujetos en la calle, desatándose una riña en la que fue herido uno de ellos, tras caer al suelo, salpicándolo en la lucha con la sangre que ahora llevaba sobre sí y que no le pertenecía. Su ingreso a la casa de doña Flor se habría debido, entonces, a su desesperación por eludir a los agresores.

Poco convencidos de tal versión, los carabineros llevaron al nervioso González Machuca hasta la comisaría. Empero, al no obtener allá una explicación convincente, regresaron a la casa de la vecina y la del 631, en donde vivía Parot Valenzuela. Era una suerte de cuasi-mansión con buenas proporciones, en cuya puerta comenzaron a golpear insistentemente. Nadie contestó a los llamados y así se retiraron, creyendo que se debía a la ausencia del dueño en dicho lugar. Tras terminar de tomar su versión y los datos de ubicación, el Sandro fue dejado en libertad hacia las 6.30 de la mañana, a pesar de la molestia de doña Flor y don Domingo, quienes sospechaban ya algo grave sucedido en la casa. Este grave error policial iba a pesar mucho a los responsables.

El carpintero no quedó satisfecho ni tranquilo, por lo que fue a explicar el caso ahora a la Brigada de Homicidios de la policía civil. Compartiendo sus suspicacias, un grupo de detectives a cargo del sagaz inspector Juan Morales Espina partieron hasta la residencia de Parot Valenzuela el martes 15, forzando la puerta de ingreso y comenzando a explorar el sector del comedor… Era cerca del mediodía cuando encontraron el cuerpo del dueño de casa: estaba bajo una mesa, hasta donde había sido arrastrado. Se encontraba encharcado en su propia sangre ya coagulada y expeliendo los primeros vapores del hedor cadavérico, rodeado de restos de comida, botellas vacías y evidencias de lo que había sido una fiesta allí adentro. La casa estaba revuelta, además, lo que confirmaba una pelea violenta seguida de alguien buscando algo desesperadamente por toda la misma.

Parot Valenzuela había sido apuñalado brutalmente en el cuello, espalda, estómago y abdomen, varias veces según precisó el doctor Osvaldo Esquivel, jefe de los médicos examinadores de la misma Brigada de Homicidios. De acuerdo al vocero de la unidad, además, la escena demostraba que “se gestó en una rencilla entre homosexuales, puesto que la forma en que este se cometió es típico de esta clase de sujetos”, según lo producido en el diario “La Nación” del jueves 17.

Las indagaciones del primer inspector Mayo Baltra precisaron, además, que González Machuca tenía una novia o amante el Campamento Che Guevara a la altura del 5900, toma recientemente fundada con apoyo de ciertos grupos políticos leales al gobierno y de la que surgió después la mucho más domada Villa Santa Anita de Lo Prado. Hasta este sitio había llegado a refugiarse el asesino que, indudablemente, era González Machuca, aunque las búsquedas dentro de la población no dieron con él. Un dirigente del campamento, de apellido Blanco, negó su presencia y se comprometió a no darle refugio, además. Cinco personas llegaron a ser interrogadas en el interés por atrapar al prófugo, al menos tres de ellas homosexuales cuya causa de sospechas se desconoce.

La cacería del sujeto ya estaba desatada, en esos momentos. A pesar de sus precauciones ante el hecho de que su fotografía circulaba en los medios impresos, como cortarse el pelo, afeitarse las patillas y vestir más modestamente que sus ropas de chulo, el explotador sexual y practicante de la prostitución, fue atrapado diez días después del crimen, luego que se destinara a un detective de punto fijo en la calle San Germán. Su caída se debió al haber sido visto allí con la señalada muchacha, en horas de la madrugada.

Enfrentado con la evidencia, González Machuca reconoció que había estado con la víctima luego que esta lo invitara aquel día a su casa. Su intención era, sin embargo, tratar de sacar todo el dinero posible al viejo, para asegurarse unas buenas Fiestas Patrias en el venidero 18 de septiembre, como siempre haciendo aspavientos de sus artificiales capacidades de pago. Según él, estuvieron jugando dominó hasta que todo se descontroló en un instante, atacando al dueño de casa con un cuchillo tipo estilete que clavó primero en su garganta y luego en otras partes del cuerpo, hasta provocar así su muerte. Aún manchado con los chorros de sangre de la víctima a la que llevó hasta el comedor, y tras revisar el lugar confirmando, para su infortunio, que no había más dinero cerca, se quedó con 400 escudos y decidió escapar. Pero, como tampoco pudo encontrar las llaves para salir de la residencia, saltó las paredes hacia las casas vecinas, imprudencia con lo que su suerte quedó echada.

Sin embargo, la policía agregó la presencia de un elemento extorsivo en la misma historia: el homicida había conocido a su víctima hacía unos cuatro meses, acudiendo constantemente a su casa para solicitarle dinero. Como Parot Valenzuela se negó a entregarle más de lo habitual aquella noche, entonces, González Machuca enfureció y le dio muerte, convencido de que podía hallar más revisando la casa. Una vez libre tras el error que no lo dejó detenido, había estado refugiándose en diferentes poblaciones, incluida la Che Guevara, según informó el detective Hernán López, jefe de la Brigada de Homicidios. Ahora, sin embargo, el Sandro era pasado al Segundo Juzgado del Crimen de Mayor Cuantía.

El brutal crimen de calle Brasil siguió penando en la memoria de los vecinos que aquel barrio por largo tiempo, aunque no se acabarían los hechos de sangre con tan grave tenor: la antigua prostitución del mismo barrio y de muchos otros que habían sido albergues de la clásica huifa santiaguina, iba ya en dramático y vertiginoso retroceso, cada vez más sumida en estas señales inequívocas de corrupción y declive.

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