UN INTENTO DE HOMICIDIO EN SANTIAGO COMO CONSECUENCIA DE LA MASACRE DE SANTA MARÍA DE IQUIQUE

 

Sensacionalista grabado de la prensa de la época, reproduciendo el momento en que Antonio Ramón Ramón ataca al General Roberto Silva Renard, en las inmediaciones del Parque Cousiño (Fuente imagen: diario "La Tercera"). Sabemos que la ilustración fue hecha por Moraima para la revista "Zig Zag".

Coordenadas: 33°28'13.04"S 70°39'24.19"W (lugar aprox. del atentado)

¡Quién lo diría! Un golpe a la tranquilidad del centralismo y un caso de implicaciones internacionales vino a tener lugar en Santiago pasado el Primer Centenario, como coletazo inesperado de la matanza de obreros salitreros en la Masacre de la Escuela Santa María de Iquique del 21 de diciembre de 1907, manchado de sangre y culpas las inmediaciones del entonces copetudo Parque Cousiño, hoy Parque O'Higgins.

Era la mañana del lunes 14 de diciembre de 1914, cuando el general Roberto Silva Renard se dirigía a pie hacia su lugar de trabajo. El militar tenía su residencia en este mismo barrio, que por entonces era un vecindario con ciertas cuadras de aire aristocrático y elegante, del que aún quedan varios caserones suntuosos.

Sin embargo, llegando a la proximidad del parque con su perfecto uniforme y espada a la cintura, el militar fue súbitamente abordado por un sujeto que lo atacó con violencia intentando darle muerte, tras haberlo esperado pacientemente allí: era el obrero andaluz Antonio Ramón Ramón. Mientras era apuñalado, Silva Renard cayó de rodillas y trató de caminar tambaleante, afirmándose de los barrotes de las ventanas y rejas de las casas, hasta que se desplomó en el suelo: estaba gravemente herido y se desangraba por la más peligrosa de las estocadas, propinada en el cuello.

Su agresor, en tanto, creyendo que ya le había asegurado la muerte, se echó a correr.

A pesar del abismo de diferencias que separaban a ambos hombres, sus hilos de existencia se habían anudado en el destino, pero no allí en la barrio del parque, sino antes, en la Plaza Manuel Montt de Iquique: Silva Renard había sido el encargado de "trabajo sucio" contra los huelguistas de las salitreras en 1907, mientras que su agresor español era medio hermano de una de las varias víctimas, Manuel, a quien quería como un verdadero amigo y compañero sin aceptar su pérdida en aquella matanza impune.

Se recordará que las nóminas de víctimas de Iquique demuestran que gran  cantidad de muertos en la masacre (se habla desde 240 vidas hasta "miles", según otros) eran en extranjeros, aunque principalmente peruanos y bolivianos. Podrían haber alcanzado hasta el 60% de los asesinados según ciertos cálculos. Los obreros españoles, en particular, habían comenzado a llegar a Chile en gran número con los trabajos de canalización del río Mapocho hacia 1888-1891, habiendo sido de mucha importancia en la proliferación del ideario anarquista en los sindicatos chilenos, mismo sentir que era compartido por Ramón Ramón y que fuera parte de la agitación de Iquique aquel año de la masacre. Este clima permitió cobijo y complicidad a las posteriores acciones del anarquista Buenaventura Durruti en su paso por Chile, también de origen español.

El atentado a puñaladas era, pues, un intento personal y temerario de Ramón Ramón por cobrar venganza, tratando de liquidar al hombre que fue señalado y condenado ante el juicio de la historia como el responsable de esa matanza, aunque la suya fuera más bien la tarea de ejecución ordenada por otros que, a diferencia suya, nada pagaron culpas al respecto... O al menos no por manos humanas.

Imagen de la Escuela Santa María de Iquique hacia los años de la masacre. Fotografía del Museo Histórico Nacional.  

El anarquista español Antonio Ramón Ramón, venerado por unos y odiado por otros. Su caso fue novelado en 1997 por Sergio Missana en la obra "El Invasor".

El controvertido General Roberto Silva Renard. Aunque su mano fue la ejecutora de la siniestra masacre de Iquique, el anatema de su figura sirvió, en cierta forma, para expiar a los políticos que dieron la orden durante el gobierno de Pedro Montt Montt y que fueron, jerárquicamente, los primeros responsables de la misma. Solo en tiempos recientes ha comenzado a revisarse el alcance total de las culpas.

Reporte de la revista "Zig-Zag" al atentado contra Silva Renard. Abajo se observa el frente de la casa de doña Casimira, en donde tuvo lugar el ataque.

Continuación del reporte de la revista "Zig Zag" de 1914, mostrando una imagen de Ramón Ramón y, abajo, el lugar en donde residía el anarquista español.

Antonio Ramón Ramón interceptó al general Silva Renard cuando este marchaba esa mañana desde su casa hacia la Fábrica de Cartuchos de la Dirección de Material de Guerra que estaba bajo su dirección en las Maestranzas del Ejército, por donde hoy está la Estación Metro Toesca. El español comenzó a seguirlo discretamente esa mañana y atacó de súbito en el camino hacia la fábrica, propinándole cinco puñaladas, en un sector que la prensa de la época tiende a mencionar ambiguamente como las afueras del Parque Cousiño.

Es ahí donde encontramos un primer detalle confuso sobre la ubicación exacta del lugar de los hechos: decía la prensa que Antonio, tras perpetrar el ataque, corrió agitadamente hacia el norte por avenida Viel. Esto estaría documentado también la causa que se le siguió con celeridad tras el atentado. Cuando llegó a Rondizzoni, y suponiendo que tomando precauciones sobre el riesgo de correr por la larga cuadra que contornea al parque, dobló por esta calle pretendiendo dejar atrás a los vecinos que vieron la agresión sangrienta contra Silva Renard y comenzaron a perseguirlo. Esto también está constatado en el proceso que inició casi de inmediato el juez Franklin de la Barra y luego el ministro Carlos Vergara Cerda, asignado especialmente para el caso.

Se ha señalado así, como el lugar exacto del ataque, a la misma esquina de Viel con Rondizzoni, pero el sentido común dice que si Ramón quería dejar atrás a sus perseguidores, no podía llevarles sólo unos cuantos pasos de ventaja, quizás media cuadra o más antes de doblar por Rondizzoni. Algunas biografías aseguran, incluso, que hasta tuvo tiempo para beber una botella de veneno antes de seguir corriendo, aunque sin lograr causarse la muerte. A medida que corría, más testigos y acechadores se sumaron a la persecución.

Por supuesto, no están claros todos los datos ofrecidos por la documentación de la época y llegan a ser contradictorios. Lo que seguro es que Ramón Ramón dobló por Rondizzoni porque fue allí donde lo capturaron: para su desgracia, por esta calle venía transitando el prefecto de la Penitenciaría de Santiago, Salazar Acevedo, quien reaccionó a los gritos de la muchedumbre en la distancia sacando su arma de servicio y procediendo a detener al anarquista en fuga. También llegaron otros uniformados que lograron reducirlo haciendo uso de sus sables. Por esta razón, Ramón Ramón aparece vendado en las fotos posteriores.

La descripción de la escena sugiere que el atentado contra Silva Renard debió darse en la proximidad del empalme de Viel con Rondizzoni, aunque no tenemos seguridad de que haya sido exactamente allí como se indica en algunos documentales y fuentes, sino un poco más al interior de la cuadra. La prensa de la época asegura que esto sucedió enfrente de la ventana en la residencia de doña Casimira Saavedra Viuda de Romero, cuya dirección era Viel 1845: es decir, muy cerca de la esquina con la calle corta San Martín, a unos 60 metros más al sur de la esquina con Ronodizzoni que se ha tomado tradicionalmente como el lugar preciso del ataque.

Recortes de los diarios de la época. Creo, en general, que la mayor parte de la prensa oficial solidarizó con Silva Renard y condenó el atentado de Ramón Ramón, aprovechando de hacer toda una apología de las muertes de Santa María de Iquique sucedida siete años antes. (clic encima de cada una para ampliar).

Homenaje con banquete y discursos de desagravio para el general Silva Renard en la revista "Sucesos" del 31 de agosto de 1916. Fue efectuado en el Club Militar y asistieron personalidades como el general José M. Bari y el senador Joaquín Walker Martínez.

 

Detalle de la imagen de Silva Renard sentado en la mesa y recibiendo sendos discursos en su honor, en agosto de 1916.

No bien llegó la noticia del atentado a los medios de prensa, diarios como "El Mercurio" y revistas como "Zig Zag" aprovecharon el contexto del ataque de Ramón Ramón para hacer sendas defensas revisoras en favor de Silva Renard, en donde se informaba escasamente de los detalles del intento de asesinato pero se resaltaba que correspondía a un ataque a mansalva y por la espalda, perpetrado por un civil extranjero contra un uniformado de categoría, etc. Este discurso favorable al herido se mantuvo vigente por largo tiempo, por cierto.

Y no sólo promovería una apología de la figura del general Silva Renard, sino que también volvería a ser justificada editorialmente la misma masacre de Santa María de Iquique, asegurando que era necesaria y casi inevitable al calor de los ánimos de entonces, además de describirla como una respuesta al peligro que revestían los movimientos huelguistas manipulados y armados por agitadores políticos y por extranjeros. Todavía es posible encontrar algunas opiniones de este tipo, por cierto.

Ya vimos que era cierta la presencia de ciudadanos extranjeros en los hechos de Iquique, además de algunos provocadores que, paradójicamente, dejaron abandonados a los obreros durante la matanza y corrieron a refugiarse al consulado de los Estados Unidos que estaba a la sazón en el que sería después el edificio sede de la minera Santa Inés de Collahuasi, en el Paseo Baquedano. Los apologistas de Silva Renard intentaron exponer esta situación ya entonces, justo tras el atentado, como un caso de amenaza a la seguridad nacional.

En cierta forma, y a riesgo de exaltar pasiones entre los admiradores de Ramón Ramón, todo indica que el atentado, además de fallar, resultó en cierta forma en un contrasentido: por un lado, se identificó ante la historia sólo a Silva Renard como único responsable de la infausta matanza de Iquique; y por otro, los sectores dominantes de la sociedad chilena aprovecharon con desparpajo el atentado para hacerle un verdadero homenaje público y restaurar sus insistencias sobre la legitimidad que creían ver en su actuación en los sangrientos sucesos de 1907. De hecho, Silva Renard estuvo invitado a  banquetes y reuniones de desagravio en los años que siguieron, algunos de ellos reporteados en páginas sociales.

Considérese además que, siendo Silva Renard un ejecutor de órdenes, estas en realidad debieron ser emanadas por el ministro de interior Rafael Sotomayor Gaete, quien jamás fue reprochado a la altura de la gravedad correspondiente a lo sucedido. Según algunos estudios, además, se supo después de su participación accionaria en las salitreras nortinas y de un escándalo de corrupción política que habría alcanzado su figura, caso que, de ser cierto, haría verlo tan distinto y contrastante con la intachable imagen de su fallecido padre, el también ministro Rafael Sotomayor Baeza. Algo sobre estas controversiales relaciones aparece mencionado por los productores del documental "La Venganza de Ramón Ramón", del año 2007, dedicado precisamente al atentado contra Silva Renard.

Por supuesto, no nos corresponde distraernos cuestionando la efectividad del acto de venganza del español Ramón Ramón ni polemizando con la validez de su conmemoración como hecho histórico, materializada en actos como la colocación de una piedra a modo monumento que existía allí hasta hace algunos años. Puede comprenderse la lectura apasionada y sensacional que los actuales anarquistas quiere dar al personaje y a su acción, pero no deja de ser menor el hecho de que la revisión de la mayoría de la prensa en torno al atentado, arroje por conclusión que prácticamente toda la crónica se cuadró en favor del uniformado y en contra de la intervención de agitadores extranjeros dentro del país, salvo uno que otro pasquín asociado al sindicalismo revolucionario.

Registro de defunción de Silva Renard, realizado en Viña del Mar el 9 de julio de 1920. Se lee que la razón de su muerte fue una neumonía. Gentileza de Fabiola Cepeda.

Ubicación antigua del monolito que existió en el lugar. Fue desplazado después hacia el interior del jardín que se observa atrás, pues todo el sector de la esquina fue embaldosado para un puesto de comercio. Más tarde, acabó vandalizado.

Acercamiento a la piedra grabada.

Ciertas confusiones han llevado a creer, además, que la muerte de Silva Renard tuvo lugar en este mismo lugar de su atentado. La verdad es que, para molestia de sus enemigos, el general sobrevivió a sus heridas y murió unos años después, en otra ciudad.

A mayor abundamiento, revisando datos relativos a los informes médicos que fueron entregados al juez De la Barra por el Dr. Enrique Valenzuela, quien se encargó de los cuidados del general herido, se advertiría que sólo dos de las cinco heridas recibidas por el militar eran realmente graves y virtualmente mortales. Esto explica que saliera bastante rápido del peligro de muerte.

Relacionado con lo anterior, hay quienes han recalcado que la lesión que recibiera Silva Renard cerca del cuello y la nuca y que le provocaran una parálisis parcial en la cara, habría revestido tal gravedad que, finalmente, le llevó a la muerte años después. Pero esto me suena más a una forma orgullosa de no renunciar a la idealización del atentado cometido por Ramón Ramón, evitando aceptar que el odiado uniformado sobrevivió al apuñalamiento. Todavía más: los reportes médicos citados en la prensa de la época sobre el estado del herido que, aunque aún estaba lejos del alta, este ya se hallaba fuera de peligro de muerte sólo dos días después del ataque. Evidentemente, la gravedad de sus heridas lo mantuvieron en peligro vital solamente durante las primeras horas después del atentado.

Lo que sí podrían anotarse como "puntos de daño" en la vida de Silva Renard es que, tras el atentado, debió acelerar su retiro. Jubilación, que, de todos modos, no habría estado cerca de concretarse ya, pues rondaba los 59 años de edad. Así, se mudó más tarde a Viña del Mar y allá fue afectado por lo que algunos aseguran fue una enfermedad invalidante y degenerativa que le dejó postrado y casi ciego, parecida a alguna forma parálisis progresivo que le costó un ojo y le provocó los problemas para respirar e ingerir alimentos, llevándolo a la tumba... 

Concretamente, sin embargo, su registro de defunción del 9 de julio de 1920, hecho solo dos días después de expirar en el balneario, dice claramente que su fallecimiento se debió a una neumonía. Sus restos fueron recibidos con honores y discursos militares en la Estación Mapocho ese mismo día, siendo velados y, más tarde, conducidos al cementerio. La prensa lo despidió con elogios y manifestaciones de pesar, en general, sin mencionar algo sobre los sucesos de 1907, aunque sí comentando que su salud venía comprometida desde hacía un tiempo.

Con relación a lo anterior, ciertas fuentes sugieren que tal forma de deceso se debió en el largo plazo a las mismas heridas causadas por el apuñalamiento, según leemos en un periódico digital que se autodefine latinoamericanista y en un ejemplar de un diario "El Mercurio", más cercano a nuestra época. Por supuesto, tenemos la sospecha de que esta afirmación es más bien para salvar la esperanza de que Ramón Ramón haya concretado en la posteridad la eficacia del atentado. Quizá algún médico pueda aportar más al respecto, alguna vez, comentando la sintomatología de Silva Renard al final de sus días.

Lo concreto, entonces, es que Silva Renard murió seis años después del ataque y a 130 kilómetros del lugar donde fuera apuñalado. El verdugo de los huelguistas en Santa María de Iquique y sobreviviente del atentado contra su vida en el Parque Cousiño estaba cerca de los 66 años.

Ramón Ramón, por su parte, pudo salir libre después de fallecido el general, en 1921, cuando fue expulsado de vuelta a España. Aunque la sacó "barata" frente al rigor de la justicia, jamás pudo superar los dolorosos sucesos de haber perdido a su hermano, cayendo postrado por las depresiones contraídas en esta negra aventura en tierras chilenas. Falleció tres años después de haber recuperado la libertad, solo y pobre, según se ha dicho.

En tanto, el ex Ministro Sotomayor Gaete, quizá el principal responsable de la orden de la Masacre de Santa María de Iquique en 1907 según algunas opiniones, había fallecido muy poco tiempo después del atentado al general y de una enfermedad con apropiado gentilicio a las circunstancias de todos estos hechos: gripe española. Sucedió mientras se dirigía a Europa en 1918, para tomar la cabeza de una legación.

El mencionado monolito conmemorativo del atentado fue colocado a un costado del actual Parque O'Higgins por grupos autodefinidos como anarquistas (más bien anti-sistema). Era de roca rosa con inscripciones en caracteres pintados de rojo. Hasta no hace mucho, sin embargo, los vecinos y comerciantes callejeros le daban un empleo muy poco "histórico": lo usaban como asiento e incluso para apoyar mercaderías de algunos vendedores. Luego, la piedra fue despegada del piso y colocada en otra posición dentro de la misma esquina. Más tarde, habría sido vandalizada.

El monolito sugiere que la contracultura ácrata chilena ha visto en Ramón Ramón una especie de analogía entre su intento de asesinato a Silva Renard y otras acciones de anarquistas radicales internacionales de la época, como el atentado explosivo que quitó la vida al coronel Ramón Lorenzo Falcón en 1909, militar argentino que había reprimido duramente las huelgas y revueltas obreras ese mismo año. En venganza, y tal como en el caso chileno, el joven inmigrante judeo-ucraniano Simón Radowitzky decidió darle muerte en Buenos Aires al controvertido jefe de la policía federal, convirtiéndose en un icono del anarquismo local.

Consultando en las instancias correspondientes, el monolito había sido instalado por particulares aunque sin autorización del Consejo de Monumentos Nacionales. Se lo inauguró el 21 de diciembre de 2008, en el año 101 de la Masacre de Santa María de Iquique, por un colectivo autodenominado Memoria Rebelde. Inicialmente, estaba en la esquina del costado poniente de avenida Viel con General Rondizzoni, a escasos metros de la Estación Metro Rondizzoni, llevando grabada la siguiente inscripción (interrumpida por una fractura sobre la roca):

EL DESPERTAR DE LOS TRABAJADORES DIC 1914
ANTONIO RAMON RAMON VENGADOR DEL PUEBLO
SE HA HECHO LA JUSTICIA DEL PUEBLO

A un costado de la piedra está pintado también el rostro de Antonio Ramón Ramón, al parecer basándose en una de las imágenes que captó el diario "El Mercurio" cuando había sido hecho prisionero. A continuación, en una placa de mármol colocada en el suelo, se leía:

EN ESTE LUGAR, ANTONIO RAMÓN RAMÓN, AJUSTICIÓ AL GENERAL SILVA RENARD QUIEN DIO LA ORDEN DE MATAR A LOS OBREROS PAMPINOS, DE LA ESCUELA "SANTA MARÍA" DE IQUIQUE. MEMORIA REBELDE.

De esta manera, el monolito conmemorativo repite el comentado error o imprecisión esencial al creer que Silva Renard murió allí; o, cuanto menos, lo fomenta involuntariamente. En rigor, yerra al hablar de ajusticiamiento, más allá de lo que se estimó en las intenciones para colocarlo. Dijimos también que quien "dio la orden" habría sido, técnicamente, el ministro Sotomayor, mientras que el general la ejecutó con los hombres bajo su mando.

Por majadero que suene, entonces, se debe recalcar que Silva Renard no murió en el lugar de su atentado, ni logró ser "ajusticiado" allí: vivió por algunos años más, teniendo tiempo incluso de cambiarse de ciudad y hasta superar el límite de edad de aquella época, como vimos. Si algo debía decir el monolito, entonces era que aquí Ramón Ramón "intentó ajusticiar" al general, pues el acto de ejecución quedó truncado al fracasar en su deseo de darle muerte.

A pesar de lo recién expuesto, curiosamente había varias fuentes en la internet que acogieron este mismo error o falta de precisión, llegando a creer que Silva Renard efectivamente murió "ajusticiado" en ese lugar, por lo que se puede eximir de cierta responsabilidad a los anarquistas chilenos de nuestros días por haberlo repetido en el monolito, en caso de haber una confusión en su origen.

Consultando al Consejo de Monumentos Nacionales hace unos años, se informó que no tenía competencia para corregir estos errores ni precisar información en monumentos particulares en espacios públicos. Hace pocos años, además, la descrita pieza estaba desmontada y colocada en otro sitio de la esquina, muy maltratada luego que se repavimentó y embaldosó ese lado de la esquina por un local comercial. Ataques perpetrados seguramente por adversarios políticos del anarquismo terminaron de inutilizar aquel memorial.

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL ZAPATITA FARFÁN CONTRA EL PERRO MARÍN: LA BUENA Y LA MALA ESTRELLA DE DOS MÍTICOS RUFIANES SANTIAGUINOS

EL CASO DEL MONSTRUO DE CARRASCAL: EL VERDADERO "VIEJO DEL SACO" EN CHILE

EL TERRORÍFICO CASO DE CARMEN PÉREZ PINOCHET, LA MODELO MUTILADA