HUELLA DE UN CRIMEN EN COPIAPÓ: LA ANIMITA DE CRISTIÁN VÁSQUEZ JUNTO AL CEMENTERIO
Coordenadas: 27°22'21.20"S 70°20'13.51"W
En
el sector de calle Cerro Bramador con La Paz, a un costado del
Cementerio General de Copiapó y a espaldas del recinto de la estación
gasolinera que se halla a la entrada de la ciudad por la Ruta 5 Norte,
cuenta desde hace poco con una animita situada allí donde estacionan
buses interurbanos, a los pies de una fila de altos eucaliptos. Sitio
mal iluminado por las noches, sin embargo, no es precisamente un lugar
seguro ni inesperado para un crimen.
Este
pedestre sitio de tallares y garajes, donde he visto alguna vez a
innumerables perritos callejeros y hasta un indigente loco que paseaba
hablando solo en las noches y lanzando proclamas políticas, ha cambiado
muchísimo en dos décadas producto de las modificaciones de la calzada,
aperturas y cierres de recintos, además de remodelaciones casi
improvisadas que se han ido ejecutando. Sin embargo, la animita que
apareció allí este año que ya se va, me parece que es toda una novedad,
pues no recuerdo haber visto una antes por este sector preciso de la
ciudad, hasta ahora.
La
casucha pequeña y sencilla, de baldosas blancas y azules con techo de
latón, está dedicada a un muchacho llamado Cristián Alfredo Vásquez
Vásquez. Según un sencillo papel colocado en su interior y escrito a
mano, nació el 11 de febrero de 1990 y cayó allí mismo el 23 de abril de
2013. Siempre tiene flores de plástico y pequeñas ofrendas, no sé si
por el entusiasmo que genera en los deudos la instalación fresca de una
animita inmediatamente después de la tragedia respectiva, o bien porque
en realidad se haya consolidado un "culto" informal para este personaje.
Sin
embargo, Cristián no parece haber sido un ángel en vida, precisamente, y
esto es sabido por la gente que trabaja en el sector y a quienes
consulté por la identidad de la animita. Aseguran que se habría tratado
de un "cabro" delincuente que salió a asaltar a unas víctimas
que, al final, resultaron más violentas y agresivas que él, dándole
muerte ahí mismo en defensa propia o venganza.


Imágenes de la noche del crimen (imágenes de Biobiochile.cl).
La
historia real es un parecida, pero no exactamente así, y los escabrosos
detalles de esa corta jornada policial se pueden confirmar revisando la
prensa.
Cristián Vásquez, de 23 años y apodado "El Rucio" o "El Rubio",
era un muchacho de Concepción que se había ido a residir y trabajar en
Copiapó. Según testigos de su muerte, dos sujetos lo atacaron
súbitamente en este sitio y, ensañándose con él, le dieron una alevosa
muerte a golpes en el lugar señalado, en la noche del martes 22, aunque
su animita señale que fue al día siguiente, cuando se conoció la noticia
y se certificó el fallecimiento de la víctima.
Al
llegar funcionarios policiales, se acordonó el sector y el cadáver fue
levantado en horas nocturnas por autorización del fiscal Christian
González. Irónica y cruelmente, el cuerpo había quedado tirado justo
enfrente de un tramo del muro exterior del camposanto, donde se había
rayado con aerosol un mensaje diciendo: "NO BOTAR BASURA".
El
cadáver golpeado y maniatado, despojado también de sus pertenencias,
hizo presumir en principio que se trataba de un robo con homicidio.
Había una pistola de plástico junto al mismo, que simulaba ser real. Los
peritajes forenses precisaron una gran cantidad de heridas por golpes
en la cabeza y el rostro, más tres heridas cortopunzantes, pero la
fiscalía y la Brigada de Homicidios de la PDI comenzó a sospechar del
ensañamiento de los agresores contra la víctima, lo que hacía dudar del
móvil del robo furtivo como causa central del crimen.
En
una rauda y veloz acción, en horas de la madrugada del día 25 fueron
detenidos por la PDI dos sujetos sospechosos de ser autores del
asesinato, uno de 34 años y otro de 22 años, quienes resultaron ser
compañeros de trabajo y de vivienda con el fallecido, siendo
formalizados en el Tribunal de Garantía de Copiapó. Luego de confesar su
responsabilidad, quedaron en prisión preventiva a petición de la
fiscalía.



La
motivación del crimen, según la confesión de los imputados, fue la
venganza: Cristián habría sustraído pertenencias de ambos desde la casa
que compartían, como ropas y especies, pretendiendo escapar con ellas
justo ese día en que se preparaba para abandonar Copiapó luego de ser
corrido y finiquitado en la empresa en la que trabajaban los tres. Al
descubrir lo sucedido, ambos salieron furiosos a buscarlo y lo
encontraron en la salida Sur de Copiapó esperando un bus. En su bolso
habrían estado las pertenencias sustraídas desde la casa, pero el
muchacho había tenido la precaución de pedirle a un auxiliar que se lo
guardara, poco antes de la llegada de ambos ex compañeros.
Al
ser sorprendido, sin embargo, ambos hombres le dieron la pateadura
mortal, lo amarraron para que no escapara y siguieron castigándolo,
dejándolo abandonado con cortes, fracturas de cráneo y contusiones
múltiples, llevándose el bolso. La pistola falsa era del propio
Cristián, quien la sacó intentando fingir que era auténtica, en una vana
esperanza de alejar a sus agresores, quienes se la arrebataron y
también la usaron para golpearlo con la cacha.
Así fue el penoso final de Cristián Vásquez aquella noche de abril, golpeado con furia y revancha hasta morir.
La
animita del fallecido fue colocada allí rápidamente, según recuerdan en
este lugar. Curiosamente, empero, no habiendo al parecer familiares
directos del imperfecto Cristián en la ciudad Copiapó, sus devotos deben
ser personas compadecidas por las siniestras circunstancias de su
muerte y, de paso, por alguna verdadera creencia popular de que puede
estar haciendo favores desde el Más Allá en el breve tiempo que ha trascurrido desde el homicidio.
Todavía
está en el muro blanco el mensaje persuadiendo de no botar basuras en
el lugar, y las hojas de eucaliptos caen sobre la animita que testimonia
el asesinato allí sucedido, como si intentaran darle sepultura y
olvido. El tiempo dirá si Cristián merece en la muerte el prestigio y la
consideración que perdió en vida, pagando como víctima el peor precio
de los errores suyos y los de sus propios victimarios.
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