EL "ENANO MALDITO" Y EL CRIMEN DE CALLE LONDRES

El edificio hotelero y la calle, en imagen de Santiago Mora, c. 1950.

La connotación pecaminosa y clandestina de la muerte violenta en mujeres trabajadoras de la prostitución, a lo Jack el Destripador, era algo que todavía podía impresionar al Chile de los años sesenta. Cada caso causaba conmoción, avalanchas de especulaciones y verdaderos sentimientos de terror colectivo. Algunas víctimas hasta terminaban convertidas en santas populares, como fue el caso de Irene del Carmen Iturra, la famosa animita de “Botitas Negras” del cementerio de Calama, asesinada en 1969. Las ocasionales pero tristes y trágicas muertes de las chiquillas pasaban rápidamente al legendario nacional, además, no viendo siempre la luz de un caso resuelto.

Coincidentemente, uno de los casos más sobrecogedores en el Santiago de entonces sucedió en una calle llamada Londres, junto a adoquines tan pintorescos como los del viejo Whitechapel, y en un barrio por entonces oscuro y siniestro, antes de ser el centro de actividad turística que es hoy. Como en el caso del misterioso monstruo descuartizador británico, el asesino chileno de calle Londres también devanó los sesos a la policía local, pudiendo haber pasado libre de polvo y paja de no ser por una increíble casualidad.

Por entonces, últimos años de la intensa bohemia de las noches de oro de Santiago, muchas prostitutas aparecían por la Alameda Bernardo O'Higgins entre la Universidad de Chile y la Iglesia de San Francisco, hacia el empalme con calle Estado. El ostentoso barrio de la Manzana Modelo de París y Londres, enfrente, había perdido sus esplendores de antaño, cayendo así en un período de nieblas y decadencia: sus cuadras con suntuosos edificios de renombrados arquitectos, y todo el vecindario adyacente al convento, alternaba a la sazón viviendas con burdeles y moteles.

En tanto, una nutrida actividad intelectual y recreativa tenía campo a ambos lados de la principal arteria capitalina, en el mismo sector por donde las niñas de la noche esperaban atentas para capturar con su red de encantos a algún borrachín o noctámbulo cachondo recién salido de La Isleña, El Negro Bueno e Il Bosco. Este último, particularmente, estaba en Alameda 867 llegando a Estado. Periodistas y escritores como Osvaldo Rakatán Muñoz, Renato Mister Huifa González, Enrique Lafourcade, Tito Mundt y Oreste Plath fueron asiduos visitantes del lugar, frecuentado también por varios artistas de diferentes disciplinas.

En una noche de aquellas, estaban todos los comensales en plena actividad de alegrías dentro de Il Bosco, cuando entró al baño del local una de esas conocidas “ninfas” de la noche en la Alameda. No era una situación extraña: las chiquillas solían pasar por esos varios boliches no sólo pidiendo prestado el baño, sino también a tomarse fugazmente algún trago o retocarse con cosméticos de cara a los espejos.

La muchacha de aquella noche era Marta Irenia Matamala Montecinos, de jóvenes 23 años de vida, como tendrían oportunidad de enterarse todos poco después. Conservaba su belleza juvenil y una figura esbelta que muchos le celebraban, por lo que era bien advertida en el ambiente de bohemios y vividores. Tanto fue así que, al ingresar a Il Bosco, los beodos la reconocieron y la aplaudieron de entrada y de salida, de acuerdo a lo que cuenta Plath, de seguro paseando sus atractivos entre miradas libidinosas y viejos verdes, vistiendo zapatos y cartera color lila. Era ya el 24 de enero de 1968, última noche de su corta vida.

Tras su pasada por Il Bosco, la trágica Marta volvió a su puesto callejero buscando clientela, en la vereda norte de la Alameda. Eran poco más de 5:10 de la madrugada cuando un misterioso hombre la contactó esperando ser su cliente. Él rechazó a todas las otras chicas y la escogió directamente a ella, según se dijo entonces. Testimonios de esos últimos sucesos en la vida de la joven los aportaron, entre otros, su amiga y colega llamada Olga Parada, quien también se encontraba presente entre el grupo de chicas del sector.

El hotel, ayer y hoy: A la izquierda, su siniestro aspecto en 1968, cuando era el Hotel Princesa, en imagen de reporte gráfico a las pocas horas después del crimen, mientras era objeto de las pericias policiales (Fuente: boletín policial del Sr. R. Pérez). A la derecha, el actual edificio, donde funciona el turístico Hotel Vegas.

A la izquierda, Moisés Muñoz, el erróneo "Enano Maldito". A la derecha, José (o Jorge) González, el auténtico "Enano Maldito". Fuente imagen: sitio del Museo Histórico Policial de Chile.

Marta Irenia Matamala, la trágica víctima del "Enano Maldito". Imagen de archivos de prensa.

Marta y su extraño cliente atravesaron la Alameda en dirección a calle Londres, para consumar el servicio en alguno de los hoteluchos del europeísta barrio. Llegaron así al Hotel Princesa, una de las principales sedes de amor pasajero en el sector, en la dirección de Londres 49 más o menos una cuadra al interior. Su edificio no podía ser más ad-hoc a los hechos macabros que estaban por ocurrir: un castillo de tres pisos de alta aguja con mirador a la altura de un cuarto nivel, con ventanas arqueadas en la fachada y esa elegancia siniestra de las mansiones embrujadas, de grandes casonas habitadas por espectros y espantos. Fue obra del arquitecto Eduardo Muñoz y desde su construcción, en 1925, es todo un símbolo del maravilloso vecindario, convertido en hotel parejero al promediar el siglo.

Marta conocía el ambiente y se desplazaba con seguridad por él, quizá con excesiva confianza. Según detalla un reportaje policial del periodista Manuel Torres Abarzúa publicado en “La Cuarta” (“Enano Maldito extinguió a mariposa nocturna en Hotel Princesa”, 2006), al llegar a las pesadas puertas del hotel con su secreto acompañante, ella tocó rutinariamente el timbre de acceso al castillo, procediendo a hacer ingreso. Ambos pasajeros fueron atendidos por la camarera Julia Isla Guíñez, quien condujo a la pareja hasta la habitación número dos del hotel, como quizá lo había hecho innumerables veces anteriores con la misma muchacha... Pero esta visita estaría lejos de ser como todas.

Nada raro sucedió hasta unos 20 minutos después de encerrarse ambos en el cuarto: sonó el timbre de servicio, accionado desde el interior de la habitación y, como era esperable, la camarera acudió al llamado, pero no pudo abrir la puerta cerrada desde adentro. Como golpeó y llamó varias veces sin recibir respuesta, abrió con sus llaves la puerta descubriendo con horror al cuerpo de la bella mujer en el suelo, ensangrentado con la garganta abierta y vestida sólo con su sostén suelto. El misterioso y escurridizo acompañante se había desvanecido, llevándose toda la recaudación que la víctima guardaba en su cartera, ahora vacía.

Según Plath, aquello había sucedido solamente una hora después de haber sido vista por última vez, tan radiante y provocativa, en las dependencias de Il Bosco. La noticia llegó rápidamente a los medios y se supo que la difunta Marta, asesinada con dos profundos cortes en el cuello, tenía una hijita de sólo tres años en aquellos días. Su rostro pudo ser reconocido por los parroquianos de la noche profunda en la Alameda, cuando apareció en los mismos medios.

En estado de shock, la camarera Julia había declarado que el enigmático asesino debió haber pasado por detrás suyo tras cometer el crimen, sin que lo advirtiera, y que al abrir la puerta sólo vio "a la joven sobre un charco de sangre". Cuando regresó  buscando al sujeto este, simplemente, había desaparecido, según indicaban medios como “La Tercera" del 25 de enero siguiente.

Pese a todo, la brigada de homicidios de la Policía de Investigaciones pudo obtener una descripción del tipo: moreno, de modos tímidos, cabezón y con cerca de un metro 50 centímetros de altura, razón por la que la prensa y la opinión pública comenzaron a hablar de él como el “Enano Maldito”. Esto provocó una gran psicosis y desesperación por darle captura, luego que un retrato hablado apareció publicado: había sido confeccionado con las vagas descripciones dadas por Julia y Olga. Las otras compañeras de trabajo de la fallecida agregaron que el criminal tenía detalles como "rostro de indio". Sin embargo, algunos periodistas, en especial los de “Las Últimas Noticias”, empezaron a cuestionar el retrato, por considerar que respondía más a estereotipos e imprecisiones... El tiempo les daría la razón.

El caso comenzó a acaparar cada vez más titulares y se especuló sobre la descripción del asesino, supuestas fotografías y eventuales identidades del mismo. Se supo que Marta, como trabajadora sexual joven y bonita, era muy selectiva con sus clientes, por lo que se rumoreó que su poco agraciado acompañante de aquella noche debía ser un proxeneta, un hombre público o hasta un alto diplomático que, justo en esos días, había sido llamado de vuelta a su país. Y aunque se conjeturó también que el sujeto tendría algo de retraso mental, varios “enanos” de Santiago fueron detenidos, interrogados y dejados en libertad al no tener relación con el asesinato.

Vista lateral del exterior del hotel de calle Londres, en la actualidad.

El edificio del hotel en nuestros días. El crimen tuvo lugar en la habitación que da exactamente hacia el exterior en el primer piso del torreón del edificio, bajo los árboles de la imagen.

 

Policías retiran el cuerpo de la mujer (archivos de prensa).

La impaciencia comenzaba a acrecentarse con el pasar de los meses y "La Tercera" llegó a asegurar que, en el mundo del hampa, se habían propuesto cazar al asesino y vengar la tragedia de la denominada "mariposa nocturna". Lafourcade recordaba también que, a causa de la paranoia generalizada contra todo enano feo, en su círculo de amigos e intelectuales montaron “un ‘operativo’ para esconder a por lo menos dos poetas, uno de la ‘Sech’, y el otro del círculo literario ‘La Unión Chica’, pensando que a lo mejor...”, según confiesa con ironía al referirse a la obra de Plath, en “El Mercurio” (“El Santiago que se fue”, 1997).

Pero pasó el tiempo: salieron del impacto en el Hotel Princesa, volvió la “normalidad” nocturna a ese tramo de la Alameda y los borrachines de Il Bosco brindaron por Marta hasta olvidar su rostro… Sin embargo, en 1972 la sociedad fue sorprendida con novedades sobre el caso: el “Enano Maldito” había sido capturado afuera de la capital. Se trataba, supuestamente, de un diminuto lustrabotas llamado Moisés Muñoz Moreno, internado de inmediato en la ex Cárcel Pública. Los demonios y espantajos de la tragedia volvieron a hacerse visibles.

Sin embargo, no mucho después se alegó que Muñoz Moreno padecía del síndrome psicótico de Korsakoff, caracterizado por lapsus amnésicos y pérdida de voluntad que, en su caso, le habrían llevado a confesar el crimen de Marta por las presiones de los policías, pese a no tener ninguna relación con el mismo. A pesar de esto, el sujeto no era ningún querubín: ya tenía antecedentes por otras cuatro violaciones sexuales, así que quedó tras las rejas de todos modos.

El caso se iba enfriando otra vez, sobrepasado por la crueldad y brutalidad de otros hechos de sangre que fueron nutriendo la historia criminológica chilena, en años posteriores. Mientras tanto, el apodo “Enano Maldito” se había hecho común en la jerga santiaguina para señalar -sólo por burla- a la gente baja de estatura; otros denominaban así también a los “chicos choros”: personas pequeñas pero buenas para la pendencia, generalmente relacionadas con el hampa. Y así, como el enano misterioso había pasado a instalarse en el legendario urbano logrando desprenderse del caso del Hotel Princesa, en las agresivas campañas presidenciales de 1970 hizo debut una grotesca caricatura llamada “El Enano Maldito”, del controvertido periódico “Puro Chile” a favor de la Unidad Popular y de la candidatura de Salvador Allende. La imagen del personaje, concebida por el Jorge Mateluna Muñoz, alias Orsus, se basó en los mencionados retratos hablados que se habían conocido del asesino dos años antes, ahora para una tira cómica en extremo politizada, incendiaria y a veces hasta incitadora a la violencia, según sus detractores, aunque más bien respondía al contexto político de esos años. Llegó a ser tan odiado como el verdadero enano, e incluso censurado por los tribunales de justicia en una ocasión.

Empero, el fin de la historia no estaba escrito, y un increíble y fortuito suceso policial permitió dar al fin con el siniestro “Enano Maldito” que ensangrentó la vieja bohemia santiaguina, al final de lo que habían sido sus noches de oro. Esto ocurrió cuando su leyenda estaba posicionada en la sociedad chilena: el mismo gnomo infame que había desaparecido como alma errante por una década y sin dejar pistas, cual si hubiese bajado ya de vuelta a los inframundos, a su malvada aldehuela en el bosque…

En 1977, se realizó una redada en la que cayó detenido el recolector de cachureos José o Jorge González Agüero (fue llamado de ambas formas), con antecedentes por varios delitos. Uno de los policías, con excelente memoria, creyó reconocer en el desagraciado aspecto del sujeto las descripciones que se habían hecho del anónimo asesino de calle Londres. El caso del Hotel Princesa justo estaba por prescribir. Los agentes interrogaron a González Agüero y, tras algunas preguntas, acabó confesando la autoría del crimen y entregando el arma homicida, una cortaplumas automática con la que degolló a Marta para robar su dinero en aquella fatídica noche de verano. Por alguna razón, la conservaba después de tanto tiempo, quizá como fetiche.

En una ironía más del destino, González Agüero conocería al otro enano, a Muñoz Moreno, durante su pasada por la ex Cárcel Pública. En términos generales, ambos eran parecidos, pero el verdadero asesino era mucho más inteligente y sagaz de lo esperable, a pesar de no saber leer ni escribir. El verdadero “Enano Maldito” estuvo apenas un breve tiempo tras las rejas, sin embrago, saliendo en 1980 para sorpresa de muchos de los que siguieron el caso. De hecho, el asesino volvió a las calles antes de que pudiera hacerlo también Muñoz Moreno, algo que ha dejado muchas suspicacias flotando sobre la autenticidad de las culpas achacadas a González Agüero.

Resuelto el caso, finalmente, la sociedad pudo olvidar otra vez el crimen y asombrarse ahora con otras generaciones de asesinos inéditos en la historia nacional, también bestias depredadoras de las noches, como fue la seguidilla de crímenes de los Psicópatas de Viña del Mar.

Los positivos cambios del barrio París y Londres, en tanto, permitieron recuperarlo como núcleo cultural, patrimonial y turístico desde los noventa. La bohemia oscura y pecadora cedió a una más convencional y segura entre sus hermosos edificios convertidos en hoteles, boutiques y cafés.

Entrada actual del Hotel Vegas, en Londres 49.

Interior del elegante hotel Vegas (fuente imagen: sitio web del Hotel Vegas).

 

El odioso "Enano Maldito" celebrando la elección de Salvador Allende, de las caricaturas políticas de Orsus (Fuente: Diario "Puro Chile").

Ahora sí parecía superado el trauma del asesinato de la “mariposa nocturna”… Pero, 30 años después, volvió a ocurrir un hecho de sangre en calle Londres, en el mismo edificio del desaparecido Hotel Princesa. Como era esperable, el polémico caso trajo al recuerdo al “Enano Maldito” y fue aprovechado por algunos fantasiosos para deslizar la leyenda de la “maldición” que este dejó allí.

El 31 de julio de 1998, había llegado a pasar su luna de miel en Chile un joven y flamante matrimonio brasileño: el profesor de matemáticas Aristóteles Kochinski Smólarek Júnior y la hermosa Lucianne Ribeiro de Pauli Mascardi, de 22 y 18 años respectivamente. Venían con la intención de alojar en el Hotel Tupahue (en donde están ahora los Juzgados de la Familia), cambiándose al Hotel Vegas, en donde estuvo antaño el Princesa. Sin embargo, el 4 de agosto, Kochinski denunció la desaparición de Lucianne, provocando la alerta de la Embajada del Brasil. Según él, la vio por última vez en la Alameda, en donde la dejó camino al hotel.

Sospechosamente, el hombre regresó de súbito a su país en la madrugada del 8 y, a las pocas horas de ese mismo día, un ciclista descubrió un cuerpo femenino en el Camino Antiguo La Pirámide, tras unos arbustos: había muerto de un formidable golpe en el cráneo. Se determinó, además, que tenía dos meses de embarazo. Convencidos de que era Lucianne, los investigadores dieron con otro ciudadano brasileño y estudiante de turismo, Adriano Wagner Alvez, quien confesó que Kochinski le había ofrecido dinero para que se deshiciera de “un bulto” y lo quemara dentro de un vehículo. Wagner Alvez no accedió, pero le recomendó algunos lugares para ejecutar tal acción. Después, sería detenido el taxista Rodrigo Pedreros, quien había recibido una paga para ayudar a limpiar la sangre de un automóvil Nissan que el asesino arrendó y después quemó en el sector de Lo Boza. El brasileño le regaló también un bate de béisbol aún manchado con sangre: era el mismo con el que había dado muerte a Lucianne, en el hotel.

Tiempo después se supo que existía un seguro de vida para Lucianne por 250 mil dólares: Kochinski los había cobrado, convirtiéndose en empresario a partir del año 2000. Sin embargo, al entregarse todos los antecedentes y exigirse desde Chile el traslado del ciudadano, se abrió un proceso en Curitiba que condenaría al asesino, en julio de 2004, a más de 27 años de cárcel.

A pesar de aquella mácula en su historial, el actual Hotel Vegas goza de mucho más prestigio y refinación que su antecesor, siendo uno de los hostales más bellos y turísticos de la capital, muy concurrido por viajeros internacionales que poco y nada habrán de saber sobre los escalofriantes crímenes del lugar. También ha ampliado sus servicios como boutique y, como hotel tres estrellas, ha potenciado la belleza del imponente edificio en que aloja, además de aprovechar su ubicación estratégica no sólo en el barrio París y Londres, sino también en la proximidad de varios monumentos históricos y sitios de interés del centro de la ciudad.

El diseño es una de las inversiones fuertes en el lugar: en su interior predomina la elegancia de la madera y las grandes lámparas colgantes, recuperando el ambiente clásico que caracterizaba a los inicios del barrio modelo, por allá por 1920, antes que el lapso de historia escandalosa de este sector de Santiago lo desluciera con el crimen de Marta, la infortunada "mariposa nocturna".

La fatídica habitación dos, esa en donde naciera a sangre y muerte la leyenda del “Enano Maldito” que amargó las noches de alegrías en el viejo Santiago, ya no existe como tal: fue exorcizada con una gran remodelación y ahora es parte de las dependencias de la recepción, dando con sus ventanas de arcos estilo Tudor a la calle en el primer piso, bajo el torreón central de la fachada.

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