EL PSICÓPATA DE ALTO HOSPICIO: EL TRAUMÁTICO CASO DE "LAS REINAS DE LA PAMPA"

Dramático aviso publicado por la PDI y distribuido también por familiares de las muchachas perdidas, poco antes que las autoridades policiales y gubernamentales asumieran en la tesis de sus "fugas" desde casa.

Hacia el fondo de la avenida principal del Cementerio N° 3 de Iquique, en su esquina NE con la calle-galería Las Nevadas, se encuentra una sencilla señal apuntando hacia la dirección del mismo pasaje con una fecha y la leyenda: "NIÑAS DE HOSPICIO". Siguiendo la indicación, al fondo de Las Nevadas, se encuentra una especie de habitación de columnas de color rosa y con techo sólido, con un letrero señalando el nombre de este altar popular iquiqueño: "Reinas de la Pampa".
EL mausoleo representa un trauma infame e imborrable para toda la historia policial de la región, a la vez que un testimonio de fe y de esperanza del pueblo... Quizá también de negación de la muerte y de confianza en una vida que encuentren en el más allá quienes hayan perecido en la más total y dramática condición de víctimas, como fue este caso, de los más escandalosos y abominables de la historia criminal y policial chilena.
A su vez, el conjunto del Cementerio de Iquique se erige como un recuerdo palpable de una de las tragedias más dolorosas y deplorables que hayan sufrido las ciudades de Iquique y Alto Hospicio en su historia actual, tanto así que llegó a tener ribetes políticos en su momento salpicando sangre sobre la camisa de las autoridades de entonces, a pesar de la tendencia innata de los chilenos a olvidar los hechos y a perdonar a la fuerza cuando le convenga al veneno de los odios proselitistas y a la ceguera de los dogmas necios.
 
LOS ASESINATOS DE ALTO HOSPICIO
El mausoleo de marras corresponde a las víctimas del atroz caso policial conocido como el del Psicópata de Alto Hospicio: la serie de violaciones y homicidios de mujeres de estrato social modesto, cometida por el monstruo Julio Pérez Silva, alias el Segua, personaje siniestro llegado a Iquique en 1990 y que trabajaba como taxista ilegal, entre otros quehaceres. El asesino aprovechaba su condición de chofer para ofrecerse a llevar generosamente a sus víctimas en el vehículo, interceptándolas en el camino para violarlas en algún lugar apartado y luego darles muerte con golpes de rocas en la cabeza, enterrándolas después en sitios oscuros o arrojándolas a los piques abandonados de antiguas faenas mineras al interior de la zona, en algunos casos cuando la ultrajada se encontraba aún viva o agónica.
No quisiera convertir este artículo en una narración exhaustiva de los crímenes del Psicópata de Alto Hospicio, caso que estremeció a todo Chile y que aún tiene ecos a pesar del interés de algunos adoradores de vacas sagradas para que sea olvidado y superado, pero de todos modos necesito recapitular algo al respecto para recordar las razones de la conmoción y la tragedia que explican la importancia de este mausoleo y el por qué se convirtió en la animita colectiva que es ahora.
La cadena oficial de asesinatos cometida por Pérez Silva comenzó el 17 de septiembre de 1998, cuando dio muerte y abandonó en una playa a Graciela Montserrat Saravia, jovencita que había recogido en la costanera de Iquique. Él 24 de noviembre del año siguiente, le tocó a la adolescente Macarena Sánchez, a quien el asesino se ofreció llevar a su colegio cuando ella caminaba en Alto Hospicio, para luego violarla, atarla de manos y arrojarla a un pique de más de 200 metros de profundidad en terreno el ex mineral de Huantajaya, al interior de Alto Hospicio. Durante el mes de febrero de 2000 y ya desatados sus impulsos criminales, Pérez Silva ataca a otras dos mujeres: primero, a la joven Sara Gómez y, sólo unos días después, a la vendedora de celulares Angélica Lay. El 23 de marzo siguiente, hace lo propio con la adolescente Laura Zola, y el 5 de abril a Katherine Arce, también joven menor de edad, cuyo cuerpo enterró en un basural ilegal. El 22 de mayo, ataca y da muerte a Patricia Palma, a quien interceptó cuando esta salía de su colegio rumbo a casa. El 1° de junio asesina a la quinceañera Macarena Montesinos, en el sector alto de El Molle y, el 2 de julio, repite el crimen esta vez con la muchacha Viviana Garay.
Ya sabiéndose de las desapariciones de las muchachas en algunos medios, sus familias intentaban poner en alerta a las indignantemente pasivas autoridades gracias a la organización que en cuya dirección destacaría don Orlando Garay, angustiado padre de Viviana. Conocidos públicamente estos movimientos de los afligidos parientes de las desaparecidas, el psicópata Pérez Silva detuvo su seguidilla de crímenes por cerca de nueve meses.
Empero, sin poder resistir más los dictados criminales de sus torcidas inclinaciones, el sujeto volvió a la acción el 17 de abril de 2001, atacando ahora a una muchacha de 17 años llamada Maritza, en el sector Autoconstrucción de Alto Hospicio. Sin embargo, sin haber entrenado sus prácticas homicidas durante meses, esta vez falló y la chica logró salir con vida del ataque, por lo que los peritos obtuvieron muestras seminales del agresor. Las pruebas que serían claves, después, para inculpar al asesino, además de su testimonio como sobreviviente.

Policía de Investigaciones recuperando uno de los cadáveres de las víctimas del psicópata. Fuente imagen: sitio de "El Mercurio de Valparaíso".
 
El asesino Pérez Silva, fotografiado junto a su automóvil, el mismo usado en los crímenes, en imagen que circuló profusamente por los medios de comunicación tras ser capturado.
LA CAPTURA DEL PSICÓPATA
Hallándose otra vez en un  provisorio y falso retiro, el desquiciado retoma sus crímenes el 4 de octubre de 2001, atacando esta vez a una joven llamada Bárbara, con la que -afortunadamente- cometió dos importantes errores: en su afán de aterrarla y someterla, le confesó haber sido el asesino serial de las muchachas desaparecidas; y, después, golpeó su cabeza con una piedra creyendo haberle dado muerte y abandonándola en la pampa. Pero Bárbara sobrevivió, y su testimonio fue esencial para dar por fin con Pérez Silva, cuyo ADN coincidió con las muestras seminales que se habían rescatado.
Acorralado por la evidencia, el Psicópata de Alto Hospicio confesó durante la detención sus crímenes y dio información sobre la ubicación precisa de los restos de sus víctimas. El escándalo que sobrevino fue extraordinario, pues las circunstancias que facilitaron su captura se dio justo en momentos en que altos mandos de la Policía de Investigaciones insistían en la infame falsedad de que las muchachas desaparecidas sólo habían escapado voluntariamente de sus hogares para dedicarse a trabajar en el comercio sexual internacional, abominación de la que intentaron convencer a los familiares, de hecho.
A mayor abundamiento, al menos dos vidas de jóvenes víctimas podrían haberse salvado si las autoridades hubiesen reaccionado a tiempo con las primeras denuncias de las familias. Y si las muchachas Maritza y Bárbara no hubiesen sobrevivido, quizá la absurda e irresponsable declaración policial avalada por las autoridades políticas de entonces, se habría seguido sosteniendo indefinidamente.
Fue tal el odio desatado contra Pérez Silva que la sociedad chilena volvió a poner en cuestión el continuar con la abolición de la pena de muerte para esta clase de crímenes, decisión consumada precisamente por el gobierno que tuvo un desastroso actuar durante este caso (de paso, tomada en contra de lo que ha sido tradicionalmente la voluntad de las mayorías al respecto), además de obligar a la justicia a hacer cumplir la condena del psicópata en un penal de la Región Metropolitana, pues se supo que los presidiarios de la región tarapaqueña estaban preparándole una posible vendetta al monstruo de Alto Hospicio, cuyos deleznables actos ofendieron incluso los escrúpulos del mundo del hampa. De hecho, ha sido mantenido desde entonces con un alias y bajo protección, usando alias (Juan y Jorge, según parece), ya que habría un precio por su cabeza dentro del mundo del hampa y sus códigos que no perdonan delitos como los suyos.
La actuación deplorable de las autoridades y de los mandos policiales en este escandaloso caso ya casi desdeñado por el enfermizo centralismo nacional, en tanto, dejó una serie de historias siniestras y rumores ya imposibles de verificar en toda la zona de Alto Hospicio, especialmente con relación al oscuro y ciego respaldo del gobierno de esos días a las jefaturas que condujeron las investigaciones criminales y que apoyaron la delirante tesis de las muchachas huyendo para trabajar en el comercio sexual extranjero.
Se hablaba en la comunidad tarapaqueña, así, de complicidades impensadas: de sobornos, mafias, redes de producción, tráfico de órganos y producción de películas de violaciones reales e incluso snuff, comentándose hasta que algunas víctimas habían sido filmadas en un hotel ya demolido y que se ubicaba frente a una comisaría de la comuna hospiciana. También insistieron los familiares en que el asesino no podía haber actuado solo, con un argumento bastante sólido: su precario y destartalado vehículo no tenía la capacidad de transitar por los difíciles caminos que era necesario tomar para ir algunos de los fosos en donde arrojó a sus víctimas, y que se necesitaba más de un hombre para poder levantar la enorme roca que lanzó en una ocasión dentro del socavón, donde había tirado también cuerpos de asesinadas, con la intención de rematarlas.
Nunca se aclararon de todo los detalles de este escabroso caso, quizá sin comparación en toda la crónica roja de la historia chilena, especialmente en lo relacionado al comportamiento de los círculos de poder y de quienes tienen depositada la confianza de toda una sociedad para garantizar su seguridad, el cumplimiento de la ley y la aplicación de la justicia. También hubo cinco casos adicionales de desapariciones de mujeres en la zona que figuran como "Reinas de la Pampa", cuyas características coinciden precisamente con el modus operandi y el período de actuación del psicópata entre abril de 1999 y agosto de 2001, pero Pérez Silva se ha resistido a confesar o admitir cualquier clase de vínculo con estos casos.
ORIGEN DEL MAUSOLEO
El año 2002, el alcalde de Iquique don Jorge Soria donó a los familiares de las víctimas un mausoleo propio para la sepultura de las fallecidas en un lugar común, construyéndose el espacio al final de la línea de nichos a cada lado de la calle Las Nevadas, hasta donde fueron trasladados los restos de varias de ellas. Sin saberlo, nacía así la animita de las "Reinas de la Pampa" como se las conoce y se las homenajea. En la misma ocasión, el edil donó también una bóveda especial para los 22 reos fallecidos en el incendio del penal de la ciudad, del 20 de mayo de 2001.
Originalmente, el mausoleo iba a ser llamado "Todas eran Reinas de la Pampa", aunque se acortó al nombre que ya le conocemos y que le fue colocado en la inscripción sobre el acceso. Este apodo de "Reinas de la Pampa" había surgido casi espontáneamente para las víctimas, por cierto, y es usado también para denominar otra animita creada hacia esos mismos días y consagrada a las víctimas del Psicópata de Alto Hospicio en una cuadra de la calle Alejandro Soria, inicialmente para el recuerdo de Katherine Arce y, por extensión, para todas las otras víctimas, las "Reinas". Esta era una instalación hecha por familiares y vecinos de la niña, a la que iban a dejar velas, flores, peticiones y agradecimientos incluso gente desde regiones de mucho más al sur, como lo reconocía al ser entrevistado por un periódico el señor Evaristo Rivera, una de las personas encargadas de dar mantención a la animita.
Finalmente, las "Reinas de la Pampa" quedaron sepultadas en este grupo del mausoleo en el cementerio iquiqueño, en los nichos al interior de esta suerte de altar-animita, fueron las siguientes:
  • Angélica Lay Alcayaga (22 años)
  • Macarena Sánchez Jabre (14 años)
  • Laura Zola Enríquez (15 años)
  • Graciela Monserrat Sarabia Tapia (18 años)
  • Ivonne Carrillo (15 años)
En nichos simbólicos, en tanto, se registran las siguientes víctimas que yacen sepultadas en otros cementerios de la zona:
  • Viviana Garay Moena (16 años, sepultada en el Parque del Recuerdo)
  • Katherine Arce Rivera (16 años)
  • Patricia Palma Valdivia (17 años, sepultada en el Cementerio de Pica)
No encuentro información a la vista sobre las otras víctimas, sin embargo: Sara Gómez Cuevas (18 años), Ornella Linares (16 años), Macarena Montesinos Iglesias (15 años), Gisela Melgarejo (36 años), Angélica Palape (45 años) y Deysi Castro (16 años), aunque sí figuran en los dos pósters con los rostros de las 14 "Reinas de la Pampa" reconocidas como las infortunadas mujeres de la serie de asesinatos que se cometieron.
Su descanso allí en el mausoleo no fue garantido, sin embargo: en otro de los escandalosos alcances de incompetencia pública e intrigas alcanzados por este caso, los cuerpos de tres de las víctimas debieron ser exhumados provisoriamente al poco tiempo, ante dudas de los familiares sobre la identificación de los mismos, correspondientes a los de Laura Zola, Katherine Arce y Macarena Sánchez.
DE MAUSOLEO A ANIMITA
Siguiendo esa connotación angelical que se suele aplicar en el culto popular de las animitas a todas las víctimas inocentes de hechos aberrantes como este, las muchachas asesinadas fueron elevadas a esta categoría de "Reinas" en el cariño y la compasión popular. Así, se volvió sólo un asunto de tiempo para que comenzaran a pedirse favores y entregarse ofrendas a modo de culto, allí en el mismo mausoleo.
Además de las decoraciones dentro de los nichos y en algunos casos tras vitrinas de cristal, el interior del espacio de las "Reinas" está saturado de pequeños regalos típicos de las animitas: juguetes, estampas, velas, flores, remolinos, figuritas religiosas, banderas y banderines, además de -en este caso- mariposas, collares y minúsculas muñecas que refuerzan el carácter profundamente femenino que se le ha procurado al sitio, en honor a las recordadas.
La primera placa de agradecimiento por favores concedidos data el 23 de junio del año 2009, y proviene de una persona que se identifica simplemente como M. Larrocha. Sin embargo, había hasta hace poco un numeroso grupo de cuadernos y libretas en una repisa abajo del afiche con los rostros y nombres de las asesinadas, de los que en mi última visita sólo vi dos. Estas hojas están saturadas de anotaciones con peticiones de favores y agradecimientos, demostrando que el culto del que es objeto el sitio es definitivamente similar al que involucra a las animitas y las tumbas milagrosas. Otros mensajes por el estilo se escriben en los pósters y papeles de los muros. Entre tanta flor y adorno, además, se colocó un par de bancas para el descanso o la meditación de los visitantes, aunque no diría que es un lugar introspectivo: casi se puede sentir el peso de esas miradas inocentes arrebatadas de este mundo lleno de culpas, reproducidas en al menos dos impresos colocados dentro del conjunto.
Imagino el debate y las dificultades que pudieron haber aparecido en el camino entre los creadores del mausoleo con características de memorial, pues varias de las familias de las muchachas pertenecen a religiones protestantes, las que tradicionalmente han rechazado el culto mortuorio, la necromancia en cualquier forma y toda veneración a almas de fallecidos que la iglesia católica haya aceptado sólo parcialmente y por efectos sincréticos a regañadientes, en muchos casos. De hecho, en el espacio reservado a una de ellas, hace no mucho tiempo apareció una dramática carta pegada contra la lápida y firmada por la hermana de la víctima, donde se vierten dolorosas expresiones que ponen de manifiesto la filiación a los Testigos de Jehová por parte de la familia. Aún así, era algo inevitable e incontenible que el conjunto se convirtiese en un centro de petición de favores, buenos deseos para ellas y agradecimientos, pues este rasgo ya es propio de la cultura y la fe popular a lo largo de todo Chile, muy visiblemente también en Iquique.
El altar funerario de las "Reinas de la Pampa" debe ser, así, una de las más tristes instalaciones involucradas en el culto a las animitas de Chile, tanto por la tragedia que le da origen como por las siniestras circunstancias que rodearon este caso, lleno de nebulosas y de la sensación de que podría haberse hecho algo a tiempo por las fallecidas, así también de que no todo se ha dicho al respecto. Existe otro grupo conmemorativo en la entrada de la comuna de Alto Hospicio en la Ruta 16, además, con placas recordatorias de las víctimas, pero no corresponde al carácter animístico que se da en el mausoleo del Cementerio N° 3.
Afortunadamente, las muchachas asesinadas parecen haber perdonado a esta sociedad de orden inmundo, la misma que les falló desde sus propios cimientos hasta su más alta corona en el ejercicio de la responsabilidad y de la ética. Por eso, ahora se las estima concediendo favores a los vivos, desde aquel mausoleo convertido connaturalmente en animita colectiva para 14 almas que ya no están entre nosotros, pero que sí permanecerán en el cargo de conciencia de todo Chile y en las esperanzas de intervenciones positivas desde el lado del mundo espiritual sobre nuestra profana realidad.
Cheryl Carrillo, hermana Ivon, de una de las víctimas, publicó en 2006 un libro sobre ella y el caso, titulado "A la sombra de la impunidad". Y más tarde, un proyecto fílmico basado en la tragedia desatada por el Psicópata de Alto Hospicio llevará el nombre de "Diablada", del director Álvaro Muñoz.

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